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La fuerza vital que nos impulsa | Agnes de Mille en ‘Rodeo’ | Por: Gustavo Pérez Ruiz

La fuerza vital que nos impulsa

Agnes de Mille nació en Nueva York en 1905, concretamente en el distrito de Harlem. Desde pequeña quería convertirse en actriz, pero un inapropiado e indigno comentario le hizo entender que ella no era lo ‘suficientemente agraciada’ como para dedicarse a la actuación, así que paradójicamente -y para su fortuna- decidió desarrollar su carrera en la danza.

Agnes de Mille (1905-1993) inició su temprana carrera como bailarina y coreógrafa trabajando para el American Ballet Theatre en 1939.

Una de las primeras coreografías que ella desarrolló fue para la puesta en escena de Three Virgins and a Devil (Tres Vírgenes y un Demonio).

Tiempo después, en 1942 se encargó de la coreografía de la obra Rodeo, obra que puso en escena para el ballet ruso de Montecarlo.

Ese par de obras tuvieron una relativa buena aceptación entre el público y la crítica especializada, especialmente Rodeo, pero tampoco fueron éxitos apabullantes.

A pesar de la gran creatividad y dedicación que Agnes había puesto en todos sus trabajos, ella sentía que a su coreografía le faltaba algo que no lograba todavía entender, creía que su esfuerzo no era plenamente reconocido y que le faltaban algunos ingredientes para alcanzar la excelencia.

Un año después, en 1943, Agnes se encontró sorpresivamente con su éxito definitivo justo después de la puesta en escena de Oklahoma, obra que incidía sobre los problemas emocionales de la heroína/protagonista más que en el divertimento y espectacularidad de las piezas de baile.

En los años por venir Oklahoma tuvo miles de representaciones por todo Estados Unidos, gozando también de rotundo éxito en el extranjero.

Lo curioso e interesante es que el enorme e inesperado éxito de Oklahoma le provocó a Agnes sentimientos encontrados.

Digo ‘sentimientos encontrados’ porque ella consideraba que su trabajo, el de esa obra en particular, no era mejor ni peor que sus anteriores propuestas artísticas.

Agnes comentó que:

“Después de años de desarrollar lo que considero buenas obras coreográficas, unas que han pasado casi desapercibidas, ahora me encuentro desconcertada y preocupada porque ya no veo que mi escala de valores sea digna de confianza. Por eso me decidí hablar con Martha”.

¿Y quién era Martha?

Bueno, pues sucede que Agnes de Mille tuvo la oportunidad de ser amiga y en cierta forma alumna de la afamada bailarina Martha Graham (1894-1991) quien fuera considerada como la mejor coreógrafa de danza del siglo XX, artista equiparable a Ígor Stravinsky en la música clásica, o a Frank Lloyd Wrigth en la arquitectura.

La relación entre estas dos artistas del baile fue tan cercana que Agnes escribió la biografía de su maestra, titulada: Martha: The Life and Work of Martha Graham.

A lo largo de más de sesenta años de amistad, Agnes recorre en ese libro la vida y carrera de su tutora, analizando su propia formación como estudiante, sus primeros éxitos y el desarrollo de un nuevo lenguaje de danza.

Entre sus múltiples conversaciones Agnes le confiesa a Martha, su mentora, la fuerza vital que a todos nos impulsa:

“Yo tenía el ardiente deseo de ser excelente, pero carecía de fe para lograrlo”.

Y Martha Graham le contestó con esta reflexión:

“Existe una vitalidad, una fuerza de vida, una energía, un apresuramiento que se traduce a través de ti en acción, y debido a que en todo el tiempo solo hay una como tú, esta expresión es única.

Y si la bloqueas, nunca existirá a través de ningún otro medio y se perderá.

El mundo no la tendrá.

No es asunto tuyo determinar qué tan buena ni qué tan valiosa es, ni cómo se compara con otras expresiones.

Es de tu incumbencia que permanezca tuya de manera clara y directa, para mantener el canal abierto”.

Fuente: James Clear

Estoy seguro de que absolutamente todos experimentamos sentimientos de dudas acerca del trabajo que hacemos y que entregamos.

Nos cuestionamos la calidad y utilidad de eso que entendemos como nuestro arte.

Si no sobrestimamos el trabajo que realizamos, si lo analizamos con objetividad, seguramente entenderemos que la fuerza vital que nos impulsa a desarrollar nuestro trabajo también puede conducirnos a hacerlo cada vez mejor y a no demeritarlo.

¿Cuál es la fuerza vital que nos impulsa a avanzar?

Agnes de Mille sabía que desarrollaba todas sus coreografías con el mismo empeño y calidad, cosa que la condujo a tener dudas acerca del verdadero valor su trabajo.

¿Cómo era posible que aplicara la misma exigencia y rigor a uno y otro trabajo, y esto solo provocara el éxito de uno de ellos?

¿Por qué no le reconocían todas sus obras por igual?

¿Por qué un trabajo que está bien hecho no necesariamente provoca el mismo impacto positivo que otro que cumple con semejantes parámetros de calidad?

Yo creo que esta es una de las principales dudas a las que todos los creadores de productos o servicios nos enfrentamos.

En mi caso, por ejemplo, siempre pongo en duda la conveniencia, la necesidad y la buena hechura de cada uno de los guiones que escribo para este podcast?

Me pregunto:
¿Me habrá quedado bien?
¿Será del gusto de alguna persona?
¿Tendrá utilidad para alguien?
¿Será reprobado?
¿Pasará desapercibido?

El antiguo diccionario Larousse nos da un poco de luz definiendo que:

«El Arte es todo lo que está bien hecho”, incluido por supuesto nuestro trabajo, cualquiera que este sea.

Y aclaro, dice ‘que esté bien hecho’, ‘no que sea perfecto’.


Es natural que nuestro trabajo, al igual que las coreografías de Agnes de Mille, pueda estimarse como bien hecho si ya lo desarrollamos con el dominio de algunas habilidades, o haciendo buen uso de ciertos conocimientos que aplicamos con cuidado.

Pero esto no significa que ese arte que se entregue sea del completo agrado de todos los que entren en contacto con éste, especialmente si se considera como disruptivo en vista de la época de su creación, o como transgresor de las normas de un medio.

Si tú por ejemplo eres arquitecta, y entregas diseños o proyectos siempre respetando tus propios parámetros de estilo, calidad, estética, utilidad y eficiencia, ¿Por qué solo uno o dos de estas piezas destacan sobre el resto de tu portafolio?

Si eres un Youtuber que produce con gran regularidad videos del mismo tema, ¿Cómo es posible que ninguno o solo uno haya alcanzado la ansiada viralidad y el resto se mantengan con pocas vistas?

Es entendible que como escritor/blogger le tengas mucha fe al artículo que acabas de escribir con tanta dedicación y cariño, pero extrañamente éste no superó el impacto mediático de aquel artículo que escribiste hace 3 años, uno que elaboraste al vapor, casi sin meditarlo ni revisarlo.

Estos variables resultados usualmente nos siembran muchas dudas.


La fuerza vital que nos impulsa no debe depender de otros

Otra de las reflexiones del consejo que Martha Graham le expone a su amiga es que no le corresponde a uno (o a una) juzgar su propio trabajo, ni mucho menos compararlo con el de los demás.

No podemos erigirnos en juez y parte de nuestro propio arte.

Claro que uno que se considera como profesional puede percibir con meridiana claridad si ese trabajo terminado es bueno, malo o regular, pero tampoco es para exteriorizarlo, ni presumirlo.

Debemos saber aceptar, con espíritu deportivo, que todo trabajo que se entrega, y más si se expone abiertamente, será sometido a un escrutinio y en su caso al escarnio público.

Y el público, el jefe, el cliente, la audiencia, el consumidor o el crítico especializado, quien quiera que entre en contacto con eso que produjiste con tanto ahínco tendrá su propia opinión al respecto, sean o no especialistas o adoctrinados para poder criticarlo con justicia.


Lo único que si nos corresponde a cada uno es producir con constancia un trabajo que sea único, personal y original, sin tomar en cuenta si será o no aceptado; porque esta reflexión negativa es la que nos puede detener de seguir adelante.

Las dudas nos mantienen inmóviles, porque muchas veces preferimos no producir debido al miedo que tenemos a que “eso” se rechace.

Creo que en la medida en que uno proponga y exponga eso que sabe hacer con peculiaridad y regularidad, en esa misma medida acabará eventualmente logrando que por azares del destino, o gracias a un misterio inexpugnable algo de lo que ha producido salga del espectro, que repunte en la gráfica casi sin esperarlo, o que destaque por encima de sus similares.


Es muy difícil que un trabajo individual produzca una chispa tan grande que alumbre, metafóricamente hablando, a un estadio de futbol. Lo normal es que una serie de lámparas o focos colocados con regularidad, planeación y apropiada distribución cumplan con el cometido de dar luz a una enorme superficie.   Así es así como lo veo.

Como dice el dicho, «No hay atajo sin trabajo».


«Hay una fuerza  impulsora más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía nuclear; la voluntad».

-Albert Einstein

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Imagen de ‘La fuerza vital que nos impulsa’ (Agnes de Mille  en ‘Rodeo’) de Utah Arts Review.

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