La Verdadera Riqueza que poseemos | 487

La verdadera riqueza que poseemos | El tesoro de los seres humanos | Valores humanos y libertad personal | Lo que tenemos y lo que carecemos | La opinión de los demás | marca personal | Valores de Grupo Mastermind | Historia Cuento de Moshe Kranc | Honradez y Trabajo

Una historia original de Moshe Kranc donde hacemos una reflexión acerca de La Verdadera Riqueza que poseemos. Frase de la imagen de Miguel de Unamuno: “La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual.”.

¿Cuál es la Verdadera Riqueza?

¿Qué cosas son realmente nuestras? y

¿Cuáles son nuestras verdaderas posesiones?

¿Hasta dónde tenemos injerencia sobre la opinión de los demás?

En aras de darle variedad a los temas de gestión empresarial, en esta entrada te propongo un una historia (o cuento) que espero te proporcione una visión diferente del significado de poseer cosas, de tener activos y valores, y de ser posible que nos ayude a entender la verdadera riqueza que se puede llegar a tener.

¿Qué es nuestro y qué es de los demás?

Hace poco más de mil años, en la España musulmana o Ál-Andalus, vivía un Judío llamado Samuel, mejor conocido como ‘El Príncipe’.

Además de ser una persona muy preparada, Samuel ‘El Príncipe’ era poseedor de gran sabiduría, lo que le ayudó a tener mucho poder, tanto que hasta ascendió al puesto de ‘Tesorero del Sultán’.

El hecho de ser tan inteligente, de contar con una excelente reputación (o Marca Personal) y alcanzar un alto cargo cerca del Sultán, provocó los celos de los demás ministros del reino, quienes empezaron a sembrar rumores y a inventar historias.

Por el Reino se decía que:

-«El Príncipe se estaba aprovechando de su posición jerárquica para malversar dinero del tesoro real».

Estos rumores o chismes llegaron pronto a oídos del Sultan, por lo cual se molesto mucho, decidiendo poner a prueba a su Tesorero.

Cierto día, sin previo aviso,

el Sultán mandó llamar a Samuel, y le pidió que le preparara un informe completo de sus pertenencias, para revisar la verdadera riqueza personal con la que contaba.

A Samuel le sorprendió la petición de su Sultán, pero no pudo evitarla, ni mucho menos rechazarla. El Tesorero solicitó una pluma y un pergamino y comenzó a escribir, estaba desconcertado.

Después de media hora, terminó su reporte, y en silencio se puso a revisar la lista de todas sus posesiones; y solo acabando, se la entregó al sultán.

El sultán le leyó el reporte con detenimiento, y cuando acabó de leer arrojó el documento furiosamente sobre la mesa, y le espetó:

-«¿Por qué declaras tan poco?

Esto solo es una fracción de tu riqueza. Yo personalmente te he dado muchísimo más de lo que enumeras aquí como tu salario percibido.

¿Porqué me tratas de engañar? ¡Me mientes con descaro!. Mis asesores tienen razón, estás siendo deshonesto con la administración del tesoro real.

¡Yo personalmente confiscaré todo lo que posees!».

Pletórico de cólera, el Sultán gritó:

-Guardias: ¡Llévense a este hombre y enciérrenlo!

Antes de que se lo llevaran, Samuel le respondió rápidamente al Sultán:

-«Su Majestad:

Usted me pidió que redactara un informe indicandole la verdadera riqueza que poseo. Como claramente puede apreciar, mis posesiones mundanas NO son realmente mías. En cualquier momento, estas posesiones me pueden ser arrebatadas por ladrones, guerras o desastres naturales. De hecho, con una simple orden su Majestad me las acaba de quitar, ahora mismo.

 

El único bien que realmente poseo es el dinero que nunca me puede ser arrebatado, el dinero que he dado a la caridad.

Las leyes de la religión judía nos ordenan que demos una décima parte de nuestros ingresos a los necesitados (por cierto que el diezmo también es exigencia de la religión católica).

 

Las cifras que le entregué, Majestad, eran el total de todo el dinero que he entregado a la caridad. Esa es la verdadera riqueza que tengo, porque el beneficio de ese dinero sigue siendo mío para siempre, y nunca nadie me lo podrá quitar, de ninguna forma».

Después de escucharlo, el Sultan quedó tan impresionado por la profundidad de esa verdad, que promovió a Samuel a un cargo de mayor jerarquía en su Reino.

Historia de «La Verdadera Riqueza» original del escritor Moshe Kranc del Blog Hasidic Management.

Moraleja:

Al margen de las religiones y creencias que no son temas a desarrollar en este Podcast de Emprendimiento, para mí éste es un caso como cualquier otro de gestión administrativa y valores, por eso quiero compartirles el punto de vista del autor de este relato histórico, el escritor Moshe Kranc.

En esta historia acerca de la verdadera riqueza, el protagonista, Samuel ‘El Príncipe’ se topa con un aspecto fundamental de la naturaleza humana: El de que

 

los seres humanos tendemos a confundir con facilidad la diferencia entre lo que realmente es nuestro y lo que otros nos otorgan.

Lo mismo nos ocurre en cualquier medio en el que nos encontremos, por ejemplo:

Supongamos que en una gran corporación, o en una empresa aumenta el precio de las acciones.

Entendamos que este aumento es algo que los inversionistas nos están otorgando, y eso podría ser retirado de nosotros mañana mismo por esos mismos inversionistas, basándose en factores que en la mayoría de los casos están totalmente fuera de nuestro control e injerencia, como la ley de la oferta y la demanda.

En otro ejemplo:

Si nuestros clientes contratan nuestros servicios, así nos otorgan sus pagos por un tiempo determinado, pueden estar haciendo uso de nuestros servicios o consumiendo nuestros productos por un lapso de tiempo, pero no eso no nos otorga el poder de retenerlos permanentemente,

 

a pesar de que les aportemos un alto valor por su dinero, las decisiones de nuestros clientes no las podemos controlar.

Sucede lo mismo con la reputación que nos hemos ganado en un medio, y también con la marca personal que hemos posicionado con tanta dedicación,

Esta buena opinión que los demás tienen de nosotros puede revertirse en cualquier momento, y no necesariamente por nuestra culpa, existen muchos factores externos que no podemos controlar.

En realidad nunca somos ni seremos dueños de la opinión de los demás hacia nosotros, además, podemos equivocarnos, y las circunstancias también nos pueden jugar una mala pasada, una que cambie la percepción que los demás tienen de nosotros, y eso sí que es muy difícil de controlar.

 

Lo que si podemos controlar y está a nuestro alcance es nuestra actuación y las cosas que hacemos, y también el valor que aportamos a los demás, así como la ayuda que somos capaces de brindar, a pesar de lo que crean o piensen otros.

Analizándolo desde el punto de vista del empresario:

¿Realmente qué es nuestro?: La Empresa es poseedora de la alta preparación de un empleado, o de su lealtad, o de la pasión e innovación que le brindan a la empresa, ¿se puede decir que esto es propiedad de la empresa?

Una empresa no puede ser dueña de su empleado, por mucho que le haya dado la oportunidad de aprender, y hasta de haber invertido en su preparación.

¿Los dueños de grandes o pequeñas empresas pueden poseer los valores humanos y la opinión de sus empleados?

Yo creo que no.


 

Los verdaderos activos estratégicos de una empresa son sus empleados, y solo estos podrán aportar actitud, creatividad, ganas de innovar y de crecer, solo los empleados podrán mantener productiva y exitosa a su empresa.
-Moshe Kranc.

 

«Hay que buscar la verdad y no la razón de las cosas. Y la verdad se busca con humildad».

-Miguel de Unamuno.


 

La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual.
-Miguel de Unamuno.

Otras historias que también he contado:
¿Quién Empaca tu Paracaídas?
Las M&M’s y el Contrato del Grupo Van Halen.
La Historia de Life is Good.

Fotografía de «La Verdadera Riqueza» de Pixabay.com libre de Derechos de Autor.

Fotógrafo: Michal Jarmoluk.

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