¿Sabemos reconocer el Talento? | 413

Reconocer el talento de los demás | El músico Joshua Bell tocando un violín Stradivarius en el metro de Washington D.C. | Empatía | Valorar en trabajo de nuestros compañeros, colegas y subalternos | Apreciación del Arte | Valoración de habilidades

La historia de un experimento que el famoso violinista Joshua Bell desarrolló en una estación del metro en Washington D.C.

¿Sabes reconocer el Talento de otros?

¿Puedes reconocer el talento de una persona de tu entorno?

Si las respuesta es ‘Sí’,

¿Le manifiestas tu admiración por su talento?

¿Eres capaz de reconocer el talento en otro y hacérselo saber?

Una historia acerca de reconocer el talento y las virtudes.

Una fría mañana de Enero, en una de las estaciones del Metro en la Ciudad de Washington D.C., un hombre empezó a tocar el violín.

Durante unos 45 minutos interpretó 6 piezas musicales del compositor del barroco alemán Johann Sebastian Bach. En esos tres cuartos de hora, que coincidían con la hora pico de tráfico, circularon por la estación un par de miles de personas que en su mayoría se dirigían a sus trabajos.

Habían transcurrido solo unos 3 minutos cuando un hombre de mediana edad se dio cuenta de que un músico estaba por allí tocando. Al andar disminuyó su ritmo por unos segundos solo para escuchar al artista callejero, a los pocos segundos aceleró el paso para llegar a donde tenía que ir, seguramente una reunión de trabajo.

Un minuto después, el violinista recibió su primera contribución,

una señora que ni siquiera se detuvo le arrojó un dólar a la caja donde se deposita el dinero.

Pocos minutos después, otra persona se recargó en la pared para escucharlo con tranquilidad, pero el hombre volteó a ver a su reloj y se apresuró a seguir su camino, claramente iba llegando tarde a su trabajo.

Curiosamente quien le puso mayor atención fue un niño de unos 3 años,

su Madre lo venía persiguiendo, apresurándolo a continuar, pero el niño de todas formas se detenía para ver y escuchar al violinista.

Finalmente, la Madre lo jaló con fuerza y mientras se lo llevaba, el niño no dejaba de voltear hacia atrás para ver al músico.

Lo mismo sucedió con otros niños.

Todos los padres, sin excepción los aceleraban para seguir caminando, casi sin dejarlos observar.

Durante el tiempo que duraron las 6 interpretaciones de Bach, solo seis personas se detuvieron a escuchar al músico durante unos instantes, Veinte personas le dieron dinero, pero sin detener el paso.

La recaudación total fue de 32 dólares.

Cuando el violinista terminó de tocar, el silencio se apoderó de la estación, nadie lo notó. Nadie le aplaudió, no recibió ningún reconocimiento por su esfuerzo, solo se escuchaba el bullicio normal de uno de estos sitos.

Casi nadie lo sabía, pero el violinista era Joshua Bell, uno de los mejores músicos en el mundo.

Durante casi tres cuartos de hora estuvo tocando unas de las más complejas piezas musicales, con un violín fabricado en 1713 por Antonio Stradivarius. Un violín firmado por Stradivarius podría ser hoy vendido en una Casa de Subastas especializada con  un precio de salida de al menos Cinco Millones de Dólates.

Esta es una historia real, la que muchos seguramente recordarán, y ocurrió exactamente el viernes 12 de enero de 2007.

Dos días antes de tocar en esa estación del Metro, Joshua Bell había agotado todas las entradas de un concierto que ofreció en el Boston Symphony Hall, donde el promedio de las entradas tenía un costo de 100 dólares.

Este concierto en el que Joshua Bell tocó en el metro fue organizado por el periódico Washington Post como parte de un experimento social acerca de la percepción, la aprobación, el gusto y prioridades de la gente. Artículo del Washington Post en inglés.

La idea general del digamos experimento era cuestionarnos y responder:

Si en medio del ambiente de un lugar común, a una hora inapropiada
¿Somos capaces de percibir la belleza?
¿Nos detenemos a apreciar un buen trabajo?
¿Podemos reconocer el talento en un contexto inesperado?

A media sesión, entre una pieza y otra, una mujer esperaba a que acabara para decirle:

-«Yo te vi en la librería del Congreso, y fue fantástico, esta es una de esas cosas que solo pueden suceder en Washington D.C».

A lo que él le responde:

-“Gracias”.

A continuación el vídeo del Washington Post.

A mí me impresionó mucho el instante en que ella lo reconoce y le habla, porque me acordé y pensé en el resto de músicos a quienes nadie reconoce y menos les dirigen la palabra, ese instante puede que parezca intrascendente, pero me conmovió mucho.

Además de reconocer el talento, de este experimento han surgido y saldrán muchas reflexiones más.

Si no tenemos un momento para detenernos y escuchar a uno de los mejores violinistas del mundo tocar unas de las mejores composiciones musicales jamás escritas, ¿qué otras cosas nos estamos perdiendo?.

Alguien podrá pensar y expresar desde otro punto de vista:

-«Bueno, es que en el metro y a la hora de mayor movimiento ¿quién se detiene a escuchar o a apreciar el arte?. Ese no es momento para ver, escuchar o admirar, es hora de apresurarse a cumplir con las responsabilidades, de ir a trabajar, o a la escuela».

Siendo así, entonces mejor preguntémonos:

Cuando sí tenemos tiempo de sobra, ¿Nos tomamos unos minutos para tratar de darnos cuenta quién sí tiene talento?

En el trabajo y en la escuela, ¿podemos reconocer el talento?

Estando en el trabajo, con empleados, subalternos, colegas o con nuestros compañeros de escuela,

¿Dedicamos unos momentos para tratar de reconocer el talento en alguien de nuestro equipo? o solo nos ocupamos en nuestras diarias rutinas, o en velar por nuestros propios intereses.

¿Sabemos o queremos descubrir el talento de una compañera, de un profesor, de una maestra, de un compañero de trabajo?

Cuántas veces no hemos sido testigos de que promueven a una persona

a quien quizá juzgamos como no apropiada para el puesto, creyendo firmemente que existen otros compañeros más capacitados para ocupar esa posición.

Pero, debido a intereses creados, por lazos consanguíneos, por amiguismos, por corrupción o por falta de visión y criterio de quienes toman las decisiones, vemos cómo se descarta a la persona que tenía más talento para ocupar el puesto.

De forma similar, esto de no poder o no querer reconocer el talento también sucede en el deporte.  Muchas veces se prescinde de los más talentosos a favor de los que tienen un mayor peso debido a su apellido, o a los intereses creados a su alrededor, intereses económicos, o los favoritismos, o a las presiones mediáticas.

¿Somos capaces de reconocer el talento que otros tienen?

Si descubrimos el talento de una persona, ¿la alentamos a seguir?, ¿la impulsamos a que desarrolle esa virtud para su beneficio? y si se puede el de todos, no para explotarla, o nos callamos y no decimos nada.

Reconocer el trabajo de los demás te beneficia.

¿Por qué nos cuesta tanto trabajo reconocer que otro u otra es mejor que nosotros?

En lugar de no reconocer el talento de otra persona desdeñándola, porqué mejor no le otorgamos su justo valor; incluso podríamos intentar complementarnos, apoyarnos y/o asociarnos.

Pregúntate:

¿Soy de las personas que sabe distinguir el valor que otros aportan y además se los manifiesto?

¿Eres capaz de felicitar o aplaudir a una persona virtuosa que tienes cerca?
¿Porqué te detienes de decirle a un compañero talentoso que lo hace muy bien?
¿Eres de los que le expresa a quienes consideras talentosos: ‘Tú eres excelente’, ‘sigue así’, ‘no dejes de hacer esto’, e incluso le pides ayuda para que tú puedas aprender algo de ella o de él?.

Esta historia nos enseña que los niños pueden reconocer el talento con más facilidad, y aprecian con toda naturalidad el virtuosismo de aquellos que consideran dignos de tomarse en cuenta.

Valorar a los demás produce beneficios.

Hay que recuperar eso, el interés, la curiosidad, el aprecio por el arte y otras facultades.

En muchas ocasiones, los adultos muchas carecemos de la capacidad para reconocer el talento,  las habilidades y las destrezas que otros tienen, ya sea por desinterés, por desconocimiento, por falta de empatía o por egoísmo.

Casi siempre estamos más pendientes de nosotros y de nuestros intereses, y no nos damos cuenta que quizá tenemos a un virtuoso cerca, ¡aprendamos de él o de ella!.

Me gustaría saber cuáles son tus conclusiones, y qué opinas. Puedes dejarme saber tus comentarios a:

info@themanagerspodcast.com

La mediocridad no reconoce nada mejor que a sí misma, pero el talento reconoce instantáneamente al genio.    -Arthur Conan Doyle

Artículo del periódico «El País», donde puedes leer otra versión de la historia.  Click Aquí para leer.

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