El Señor de los leones | 555

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El Señor de los leones. Frase de la imagen de la profesora y escritora Susan Gale: ““A veces uno no se da cuenta de su propia fortaleza hasta que se encuentra cara a cara con su mayor debilidad”.”.

El Señor de los leones

La siguiente historia la obtuve del afamado “Tesoro de la Juventud” o antigua “Enciclopedia de conocimientos” que muchas personas de mediana y mayor edad seguramente recordarán porque tuvieron uno en su familia.

El señor de los leones

Del libro de las narraciones interesantes.

Hace muchos años,

uno de los colonos europeos que emigró a Uganda, llevaba consigo, entre otras posesiones a un asno, este animal era bravo y rebelde; y poco después de su arribo a ese país africano, el burro logró escaparse a la sabana.

Allí en la sabana, totalmente libre y solo,

el asno se dedicó a hacer lo que no le permitían en cautiverio, rebuznar y rebuznar, lo hacía en todo momento y a todas horas, además con tanta fuerza que despertaba a todos los anímales, entre ellos a un león.

El rey de la selva, se levantó y al ver al asno quedó mudo de asombro.

Este león jamás había visto un animal como ese. En principio le parecía peligroso atacarlo así como así ya que el asno le era totalmente desconocido, sus orejas le infundían cierto respeto y no sabía cómo interpretar sus rebuznadas.

-¿Quién eres?- le dijo el león.

Con gran seguridad, el asno le contestó:

-Soy el Señor de los leones. ¿Qué no has oído mi pregón de desafío.

El león le dijo:

-Sí, sí, ya lo he escuchado, pero no hay necesidad de pelear. ¿Qué te parece si formamos una alianza contra todos los demás animales?

El asno le contestó:

Bueno, ¿por qué no?.

Empezaron a caminar juntos, y después de un rato llegaron a orillas de un río caudaloso. El león, con gran habilidad cruzó el río de un solo salto; pero el jumento, o el asno tuvo que pasarlo a nado, y le costó muchísimo trabajo, a duras penas llegó a la orilla donde lo esperaba el león.

-¿Cómo?  ¿no sabes nadar?-Le preguntó el león.
-¿Nadar? Por supuesto, ya lo creo, ¿no viste que nado como un pato?. ¿No te diste cuenta cómo cogí a un enorme pez con mi cola cuyo peso me empujaba hacia el fondo casi logrando ahogarme? Pero, como te vi tan impaciente y nervioso pues mejor lo solté.

Entonces, continuaron caminando hasta toparse con una pared. El león, sin pensarlo, demostró su habilidad felina y la pasó con gran facilidad. El asno también intentó brincarla, pero solo pudo colgarse de sus dos patas delanteras sin poder pasarla.

-Pero ¿qué estás haciendo? –Le dijo el león.
-Me estoy pesando- Dijo el asno-. Quiero saber si la parte anterior de mi cuerpo es tan pesada como la posterior.

Y después de terribles esfuerzos, el asno consiguió pasar al otro lado de la pared.

-Al ver esto, el león, ya con un poco más de confianza y menos miedo, le dijo:

-Estoy viendo que no eres tan fuerte como aparentas. Yo te desafío, vamos a luchar y veremos quién es más poderoso.
-Como gustes- Le dijo el burro.- Pero antes de acabar contigo, hagamos una verdadera prueba de fuerza. Yo cuando voy solo, nunca salto una pared, eso me parece ridículo; yo siempre la derribo. Veamos si tú también puedes hacerlo, comienza tú.

Y el león empezó a golpear la pared con las garras de sus cuatro patas, pero se lastimó de tal forma que tuvo que desistir en su intento. Entonces, el asno acoceó furiosamente las piedras con sus cascos de hierro, y la vieja pared quedó totalmente derribada.

-¡Diablos! Veo que eres muy fuerte -Dijo el león mientras se lamía las lastimadas garras. Te aclamaré como Señor de los leones.

Al día siguiente, se reunieron todos los leones de Uganda, y el asno, con paso majestuoso, los condujo a un valle, uno que estaba lleno de cardos y espinas.

Todos los leones le dijeron aterrorizados: -¡Por Dios! No pases por allí, las espinas de harán pedazos las garras.
-¡Bah! ¡qué miedosos y miserables sois!—Dijo el jumento en tono despectivo. –Solo miradme.

Y, ante el gran asombro de todos los leones presentes, el burro caminó un gran trecho entre espinas y empezó a comerse los cardos y otras plantas puntiagudas

Los leones, al ver eso, no encontraron objeciones para aclamar al asno como Señor de los leones; y curiosamente, como el asno nunca necesitó de las piezas que cazaban sus súbditos, les agradó mucho más que los demás reyes leones que hasta entonces los habían gobernado.


Mi moraleja personal

Esta interesante narración (El Señor de los leones) nos recuerda que en muchas ocasiones solemos fijarnos y darle mayor peso a una sola y simple habilidad de un competidor, en lugar de fijarnos en el conjunto de competencias y experiencias que nosotros poseemos.

¿Cuántas veces no hemos visto cómo un Contador Público es designado Director General de un Hospital?, o en ocasiones hemos visto cómo un Licenciado en Administración de Empresas es designado CEO de una gran empresa de construcción pesada.

Es increíble que un sencillo título de especialidad, o una discreta maestría marque una gran diferencia entre unos y otros profesionistas.

¿Cuántas veces hemos sido testigos de cómo unas competencias alcanzables, tal como contar con un carácter fuerte y resolutivo o tener buenas facultades de negociación, son elementos suficientes para que una persona que cuenta con menores hard skills (o títulos) lidere un Grupo que al parecer lo supera en muchos aspectos?.

El hecho de superar a otros con competencias diversas no necesariamente es malo,

en ocasiones una persona que cuenta con habilidades diametralmente opuestas a las de su propio equipo puede llegar a equilibrarlo al punto de lograr que cada uno cumpla con sus objetivos individuales, y además de saber compensar a cada uno con justicia, tal como el caso del burro que era hasta venerado por no tomar su parte de alimento después de la caza de sus compañeros.

En otras ocasiones, nos dejamos impresionar por la visible seguridad y aplomo de algunas personas que a primera instancia nos infunden respeto dado que cuentan con una emotiva oratoria y una forma peculiar de convencernos de que son superiores o mejores que uno.

Cada uno tiene sus propias fuerzas o fortalezas, y debemos aprender a reconocerlas para no permitir que otros nos amedrenten o hagan lucimiento de su superioridad en terrenos donde no podemos superarlos.

Cada uno debe saber en qué terreno (o en qué tema) supera al otro, pero tampoco es para ser jactanciosos o presumidos, pero sí que es importante tener orgullo para saber reconocer eso en lo que uno si ha alcanzado con justicia, o por poder demostrar que sabe hacer algo extraordinario, algo digno de reconocimiento y que no cualquiera puede igualar con facilidad.

¿Tú qué moraleja encontraste en El Señor de los leones?


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 “A veces uno no se da cuenta de su propia fortaleza hasta que se encuentra cara a cara con su mayor debilidad”.

-Susan Gale


Fuente: El tesoro de la juventud. The Colonial Press Inc. Clinton Massachussets, Estados Unidos.


Fotografía de pixabay.com libre de Derechos de Autor.
Fotógrafos:  S. Hermann & F. Richter (pixel2013)  

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