Solo se equivoca quien lo intenta | 645

No es lo mismo fallar, equivocarse y fracasar | Solo se equivoca quien lo intenta | Cometer errores es inevitable | Cómo afrontar los fallos y errores | Las equivocaciones que cometemos todos en el trabajo y en nuestra vida | No podemos evitar equivocarnos

Solo se equivoca quien lo intenta | Las diferencias entre fallar, equivocarse y fracasar | Por: Gustavo Pérez Ruiz

Solo se equivoca quien lo intenta

Equivocarse es la consecuencia generalmente negativa de uno de nuestros actos, uno en el que tomamos acción para tratar de lograr algo sin éxito.

Lo cierto es que a nadie nos gusta equivocarnos,

ni fallar en un intento, ni equivocarnos tras una acción meditada o ni siquiera tan pensada; el hecho de fallar es algo inevitable para cualquiera de los seres humanos.

¿Le va mejor a quien se equivoca más rápido?

Equivocarse, errar o fallar es un hecho incómodo por el que a veces todos pasamos.

El haber fracasado es una situación que nos hace pasar un trago difícil que puede ser amargo, y aunque el fallo no sea tan grave al menos nos hace sentir una ligera incomodidad, y a veces hasta vergüenza, pero casi siempre de una u otra forma nos molesta.

Se equivoca quien lo intenta y así reacciona:

Después de equivocarnos solemos no molestamos tanto con nosotros mismos porque normalmente (si somos personas con una buena salud mental y/o psicológica), nos tenemos en buena estima y sabemos que en otra ocasión ya no fallaremos, porque confiamos en lo que somos y podemos lograr.

Pero, en otras ocasiones (cuando no tenemos una salud psicológica tan estable) el hecho de fallar nos afecta y casi siempre mucho, porque nos pone en evidencia con todos aquellos que nos ven sucumbir,

y en especial nos señala a nosotros mismos que hemos fallado o tenido un fracaso, llegando hasta auto-engañarnos, y con más razón lo intentamos negar ante todos.

El Éxito a partir de un Fracaso

¿Qué tan pronto debemos empezar a equivocarnos?

Muchos oradores motivacionales de actualidad suelen repetir hasta el cansancio -en discursos y frases con imágenes que se comparten por allí en redes sociales- que las equivocaciones o fracasos son necesarios para alcanzar el éxito.

Te dicen casi como si fuera una fórmula para alcanzar el éxito:
«Al principio equivócate mucho.
Comete los máximos errores que puedas al inicio de tu proyecto o de tu emprendimiento.
Toma los fracasos como experiencia y acumula los más que puedas para que aprendas más (sic)».

Para algunos es fácil considerar o ver los errores como parte de un proceso hacia el éxito

Tomar los errores como algo necesario suena como a aceptar que se va a recorrer un camino lleno de espinas donde necesariamente nos tenemos que raspar.

Pero, también hay que admitir que lo cierto es que:

Sí existen personas que han logrado grandes y sonados éxitos sin equivocarse gran cosa,
y también están los que se equivocan una y otra vez pero que todavía no logran conectar un éxito de gran calado, uno como el que ellos quisieran alcanzar para justificar a todo su repertorio de equivocaciones.
Claves del Éxito de Jennifer López

En lo personal pienso que solo se equivoca quien lo intenta.

Solo falla quien hace las cosas, solo fracasa quien se atreve a iniciar algo y continuar en su empeño.

Solo se equivoca quien lo intenta, el que se queda en su casa sentado en el sillón atendiendo series televisivas sin ponerse en ningún tipo de riesgo difícilmente se equivocará. Dice Joan Rowling, autora del descomunal éxito literario ‘Harry Potter‘ que:

“Es imposible vivir sin equivocarse en algo, a no ser que vivas con tanta precaución que pueda que no vivas del todo lo que tienes que experimentar, en cuyo caso habrás fallado por defecto”.

El miedo al iniciar una cosa desconocida nos advierte claramente que tenemos amplias posibilidades de equivocarnos, de fracasar.

Cuando estamos por empezar un proyecto, un trabajo o algo novedoso para nuestra experiencia, el miedo escalado en pánico nos señala que los fallos o equivocaciones son prácticamente inminentes, e inevitables.

Ninguno queremos fallar, ninguno deseamos equivocarnos, y menos que los demás lo atestigüen.

¿Quiénes se equivocan más?

Yo veo que casi siempre se equivoca más quien arrancó un trabajo o un proyecto sin haber investigado lo mínimo necesario para al menos tratar de no sucumbir tan rotundamente,

pero, para evitar fallar tan estrepitosamente se estudia, para eso se investiga, para eso se practica, para eso se trabaja, para eso se buscan consultores o mentores, para evitar fallar al máximo.

También he descubierto que se equivoca quien no sabe medir sus propias fuerzas.
Se equivoca quien enfrenta a un adversario superior sin la debida preparación.
Fracasa quien hace estimaciones de éxito basándose en su propio Ego, sin realmente haberse tomado el tiempo de conocer sus propias fortalezas y debilidades.
Entre lo más paradójico me ha tocado presenciar es que:

Se equivoca quien no quiere admitir que se ha equivocado, por no contradecir primero a su Ego.

Y, en segundo término, niega su error para no quedar mal con aquellos en su entorno que han atestiguado lo que él o ella entiende como fracaso,

se niega el fracaso aunque todos lo hayan visto fallar.

El cinismo lleva a muchos incluso a tratar de convencer a los demás de que no ha fallado, de que casi se equivocó a propósito.

Negar las equivocaciones públicamente

Cuantos tenistas y futbolistas niegan sus fallos públicamente echándole la culpa a los ojos de halcón o cámaras tipo VAR (video assistant referee), a pesar de que les demuestran con toda claridad que han fallado,.

Y todavía se arrojan a comentar que esos sistemas no deberían existir, que perjudican al juego.

Lo que pasa es que ‘estos sistemas para dirimir discusiones’ no perjudican al juego, los que lo perjudican y se equivocan son quienes se ven afectados porque no pueden contradecirlos con la razón, porque evidencian con toda claridad sus fallos con los hechos.

A veces equivocarnos no es tan malo,

siempre que los otros no se den cuenta de que nos equivocamos, en esos casos no lo tomamos tan mal hasta que los demás se percaten de nuestra equivocación.

Recuerdo hace muchos años a un Señor que se tropezó en los vestidores de un gimnasio, iba descalzo donde debía llevar chanclas de hule (por normativa y por lógica), pero inclumplió la norma, y se cayó.

Afortunadamente no le pasó nada, pero eso sí la caída fue monumental. Él creyó que nadie lo había visto, y se quedó con su golpe, no dijo nada.

No se había dado cuenta de que una cámara había grabado su tropiezo, el creía que como no se había lastimado al parecer solo le quedaba el gran ridículo para él mismo.

Nadie lo vio equivocarse, al principio eso creyó, y tiempo después varios vieron el vídeo de las cámaras del lugar, las risas y burlas no pararon.

Hizo el ridículo porque ya todos conocían su EGO, sabían que era un fatuo insoportable, y a pesar de los comentarios él le daba poco peso al incidente, dijo que «fue leve», que «casi lo hizo para probar el piso», no lo quería admitir

Otro con un EGO menos engrandecido se hubiera reído junto con todos, pero este Señor no quería admitir que se equivocó, y su negación multiplicaba las burlas y críticas hacia su persona.

Su negación hacia ver su caída más ridícula. Daba una y mil justificaciones, casi quería convencer a todos sus allegados de que el hecho no ocurrió.

El no querer admitir un fallo es probablemente uno de las actitudes más reactivas tras habernos equivocado, es la primera reacción justo después de haber fracasado, y aquí hablaré de la diferencia entre fracaso, fallo y equivocación.
Lo que pasa es que por naturaleza sentimos que admitir un error sería tanto como reconocer que uno es un perdedor.
Y a veces tergiversamos y mezclamos estos conceptos de equivocarse y fracasar, y es que éstos términos no son sinónimos.
El hecho de que por ejemplo un equipo de fútbol pierda con otro equipo, esto no quiere decir que sean unos perdedores,

ni tampoco que se hayan equivocado en la selección de sus valores y paradigmas,

aunque es lógico entender que hubo una acumulación de equivocaciones que propiciaron el triunfo de los otros,

y también hay que decir que los otros ganaron por méritos propios, quizá por equivocarse menos, por aprovechar los fallos del contrario.

Unos ganan y otros pierden,

pero unos no deben considerarse ganadores ni los otros perdedores, estas son solo circunstancias puntuales en que a unos les toca ganar y a otros perder, solo eso, después en otro partido o en otro torneo y bajo otras circunstancias los resultados serán otros.

Pero mientras tanto, justo después de haber perdido, los errores cualesquiera que hayan sido, se han de admitir colectivamente sin señalar culpables.

Ahora ¡atención!

Lo que puede que sí nos señale como perdedores es el hecho de no querer admitir los fallos propios, así como esa fea actitud de echarle la culpa al contrario, o al árbitro, y peor aún, a algún compañero, eso pasa también en el lugar de trabajo:

-Yo no fallé, o nosotros no fallamos. Falló él. Te equivocaste tú.

Ustedes perdieron el partido. Nosotros ganamos el campeonato.

Yo soy el pilar del equipo. Soy el número uno.

¿Qué harían si yo no estuviera aquí?

Son unos perdedores. Somos un equipo ganador.

Casi siempre nos apuntamos para llevarnos todo el crédito del éxito,

y nos regocijamos informándolo públicamente, tanto que proclamamos dentro de nuestros círculos de conocidos que ganamos equis cantidad de dinero, y también lo publicamos en tal o cual red social.

Y, casualmente, prácticamente nadie publica sus fallos, casi nadie admite su carencia de pericia.

No existen muchos que admitan que no lograron tal cosa por haraganería,

no admiten que no les salió bien por falta de cuidado, por negligencia,

por ignorancia multiplicada por arrogancia,

o por tener un carácter débil a la hora de haber tomado acción y hacer que las cosas sucedieran.

Es fácil decir que uno ha fracasado debido a las circunstancias y no tanto por una indebida actuación, o en su caso por inacción, por quedarse inmóvil. Solo se equivoca quien lo intenta.

Yo creo que las equivocaciones se podrían reducir teniendo la debida información, contando con el criterio justo que a uno le da la experiencia en un ámbito, sabiendo qué, cómo y por dónde, y aún así uno jamás estará exento de fallar.

Uno no puede evitar algunos tropiezos antes de haber llegado al objetivo, lo malo es no intentarlo, quedarse parado evitando recorrer el camino, o en su caso mantenerse inmóvil cuando debería estar abriendo brecha para hacer un nuevo camino, lo cual casi siempre implicará nuevos fallos impredecibles.

Yo sinceramente creo que no se equivoca quien hizo caso a su corazón en lugar de haber seguido los designios de su experiencia, de su lógica y de la información con la que contaba.

Muchas veces el corazón nos indica lo que debemos hacer, pero éste no es infalible, y debemos aceptar las consecuencias.

Hacerle caso a las pasiones, a las decisiones viscerales y a los sentimientos reactivos son el tipo de acciones que seguramente nos conducirán al fracaso, al fracaso tanto a nivel personal como profesional.

Consecuencias del Ego en la Toma de Decisiones

Al final, solo se equivoca quien lo intenta,

y mientras lo intente no tiene porqué admitirlo ni justificarse ante nadie, solo ante sí mismo, a no ser que tenga que darle explicaciones a su jefe, a su cliente, a su pareja o a cualquier tipo de autoridad moral a quien le deba rendir cuentas, lo peor es engañarse a uno mismo.


 “Hemos nacido con el éxito. Solo son los otros quienes señalan nuestros fracasos y lo que nos atribuyen como fracaso”.

-Whoppi Goldberg

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Fotografía de ‘Solo se equivoca quien lo intenta’ de Pixabay.com libre de Derechos de Autor.
Fotógrafo: Ulrike Mai

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